El inefable Fernando VII se rodeó de un grupo de cortesanos serviles, de aduladores, que fueron llamados la camarilla, a partir de la palabra que se utilizaba para designar el gabinete privado del monarca. La palabra siguió utilizándose en España y pronto se extendió a otros idiomas: camarilla en inglés y francés, Kamarilla en alemán, kamaryla en polaco. No podía imaginar el peor gobernante de la historia de España que legaría una palabra a la posteridad.