H. G. Wells: “History is a race between education and catastrophe”.
lunes, 23 de febrero de 2015
El efrit
Y me pienso resarcir de esta incesante amargura, de este sufrimiento que dura ya mil años. Nadie puede imaginar lo que significa estar encerrado aquí dentro, en este jarrón de cobre. Ninguna pena, ningún pecado merece tal castigo. Juro que, si alguien me libera algún día, le mataré, acabaré con su vida. Esa será mi venganza. Estoy harto de permanecer en esta prisión y me pienso resarcir de esta incesante amargura, de este sufrimiento que dura ya mil años.
miércoles, 18 de febrero de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
Paseantes
Se les podía ver en el bulevar. Jubilados, estudiantes, amas de casa, divorciadas, delgados, gordos, parados, muchos parados, cada vez más. Paseaban desde el amanecer, todo el día. Paseaban despacio, deprisa. Paseaban.
Algo sucedió hace unas semanas: los paseantes comenzaron a desperdigarse por toda la ciudad: Tetuán, Isaac Peral, la Corredera de San Marcos, las Ocho Puertas, el Pasaje, la Gran Avenida. Invadieron incluso los suburbios, Arrayanes, Santana, el polígono, el camino del cementerio. Algunos paseantes fueron avistados en las carreteras que llevan a Vilches, a Cástulo.
El ayuntamiento intenta que regresen al bulevar, pero, completamente desbordado, ha pedido ayuda: la plaga de paseantes es incontenible.
lunes, 9 de febrero de 2015
Spanish Horror Story
El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre le saca de su ensimismamiento.
—¿Bajarás de ahí alguna vez?
Su padre no le hace caso.
—Están por llegar. Sí, ellos, los nuevos inquilinos. Decidimos que esperaríamos a saber algo de ellos.
La cuerda desaparece. Su padre baja al suelo y trata de hablar.
—Grrr, grrr.
—Será mejor que no te vean. ¡Y no digas nada!
—Grrr, grrr.
—¿Qué? He dicho que te calles. Vamos, vete al desván. Allí está mamá.
Se escucha un frenazo en la calle. Alguien prueba llaves en la cerradura.
—¿No los oyes? Ya han llegado. ¡Vete arriba!
—¿Bajarás de ahí alguna vez?
Su padre no le hace caso.
—Están por llegar. Sí, ellos, los nuevos inquilinos. Decidimos que esperaríamos a saber algo de ellos.
La cuerda desaparece. Su padre baja al suelo y trata de hablar.
—Grrr, grrr.
—Será mejor que no te vean. ¡Y no digas nada!
—Grrr, grrr.
—¿Qué? He dicho que te calles. Vamos, vete al desván. Allí está mamá.
Se escucha un frenazo en la calle. Alguien prueba llaves en la cerradura.
—¿No los oyes? Ya han llegado. ¡Vete arriba!
miércoles, 4 de febrero de 2015
martes, 3 de febrero de 2015
1º A.S. - BLOQUE 4 - Los hoplitas
La defensa de la polis se convirtió en un deber para los habitantes más ricos de las ciudades-Estado, gozaran o no de los privilegios de la ciudadanía. El sector acomodado de la población ateniense estaba obligado a defender la ciudad sirviendo en el ejército y pagando su propio equipamiento de combate. En Esparta, los homoioi tenían como único oficio el combate. Surgieron, de este modo, los hoplitas, soldados que pertenecían al antiguo ejército griego de infantería pesada y que provenían, por lo general, de los grupos sociales más elevados.
Como armas ofensivas, los hoplitas portaban una lanza y una espada corta para el combate cuerpo a cuerpo. Para su defensa, el elemento más importante era el escudo, fabricado en bronce, en madera o en mimbre y recubierto de piel. A diferencia de los escudos tradicionales, se llevaba en el antebrazo izquierdo, agarrado por una abrazadera central de bronce y una correa que servía de asa. De esta forma, el hoplita solo disponía de su brazo derecho para manejar las armas ofensivas, y este flanco quedaba fuera de la protección del escudo.
Atacaban dispuestos en apretadas filas; esto dificultaba su movilidad y visibilidad, pero favorecía el mantenimiento de la solidaridad, ya que la protección de los soldados dependía, en buena medida, de sus compañeros de hilera. Aristodemo, un hoplita espartano, que se sentía avergonzado por haber sobrevivido a las Termópilas, se comportó de manera temeraria en Platea, por lo que fue amonestado: su actitud no sólo le puso en peligro sino que también puso en peligro a sus compañeros de armas.
4º CC.SS. - TEMA 5 - Bertrand Russell and the First World War
The question whether war is ever justified, and if so under what circumstances, is one which has been forcing itself upon the attention of all thoughtful men. On this question I find myself in the somewhat painful position of holding that no single one of the combatants is justified in the present war. The objects for which men have fought in the past, whether just or unjust, are no longer to be achieved by wars amongst civilized nations. A great weight of tradition, of financial interests, of political insincerity, is bound up with the anachronism of international hostility. It is, however, perhaps not chimerical to hope that the present war, which has shocked the conscience of mankind more than any war in previous history, may produce a revulsion against antiquated methods, and may lead the exhausted nations to insist upon the brotherhood and co-operation which their rulers have hitherto denied them. There is no reason whatever against the settlement of all disputes by a Council of Powers deliberating in public. Nothing stands in its way except the pride of rulers who wish to remain uncontrolled by anything higher than their own will. When this great tragedy has worked itself out to its disastrous conclusion, when the passions of hate and self-assertion have given place to compassion with the universal misery, the nations will perhaps realize that they have fought in blindness and delusion, and that the way of mercy is the way of happiness for all.
lunes, 2 de febrero de 2015
Nueva fábula de las cigarras y las hormigas
Desgraciadamente, en Europa predomina la extrañísima idea de que todas las cigarras viven en el Sur y todas las hormigas en el Norte, cuando en realidad lo que tienes son hormigas y cigarras en todas partes. Lo que sucedió es que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur —banqueros del Norte y banqueros del Sur, pongamos por caso— se aliaron para crear una burbuja financiera que los enriqueció, permitiéndoles cantar y holgazanear mientras las hormigas del Norte y las hormigas del Sur trabajaban en condiciones cada vez más difíciles. Cuando la burbuja estalla, las cigarras del Norte y las cigarras del Sur decidieron enfrentar a las hormigas del Norte con las hormigas del Sur contándoles que en el Sur sólo existían cigarras. Así, la UE comenzó a fragmentarse y el alemán medio comenzó a odiar al griego medio, y el griego medio comenzó a odiar al alemán medio.
Yanis Varoufakis, Nueva fábula de las cigarras y las hormigas.
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