Fue la columna más alta que nunca se había construido para un estilita. Tal era la veneración que le profesábamos que todo se hizo a su gusto: veinte metros de altura y tan sólo dos metros cuadrados de plataforma.
El día que ascendió nos congregó por miles para participar en la Santa Misa y recibir de sus propias manos la Sagrada Comunión.
Debía llevar unos treinta días en lo alto cuando sentí la necesidad de subir a consultarle mis desvelos amparado en la noche. Sin embargo, cuando llegué arriba, no encontré a nadie. Pensé que habría bajado por alguna necesidad imperiosa y decidí esperarlo.
Ya de mañana, y sin que él apareciera, la gente que se aproximaba para orar me confundió con el estilita sin que yo pudiera evitarlo.
A la noche siguiente decidí bajar y callar lo vivido.
Cuando ya pisé tierra y me alejaba, vi como empezaba a ascender otra persona, que claramente no era él.
Javier Palanca Corredor, Estilitas.