Berta adoraba los peluches de ojos redondos y pelo suave, así que sus padres le regalaban varios cada Navidad.
—¡Compremos otra cosa!
—¡Pero si es lo que más le ilusiona!
La mañana del veinticinco, Berta jugaba con sus preciosos muñecos. Luego llegaba febrero y botaba esa basura que, estorbando, ladraba.
Cristina Núñez