H. G. Wells: “History is a race between education and catastrophe”.

lunes, 14 de enero de 2019

Entre fractales

Todo el mundo quiere cambiar, ser otra persona; ya sabéis: «Año nuevo, vida nueva», dicen. Pues yo me siento bien siendo como soy; acaso sólo me pasa a mí. Las nubes ocultaban ballenas. Las nubes le abrieron paso a aquella nave interestelar procedente de no se sabe dónde, con destino a no se sabe dónde. Sólo permaneció unos minutos en la Tierra, abasteciéndose de agua. Luego retomó el vuelo y desapareció tras las nubes de aquel martes. Las nubes formaron figuras etéreas entre montes infinitos y la lluvia indefinida. Dime viento, ¿dónde vas?; dime viento, ¿qué me cantas? Las nubes de aquel martes sabían a azúcar y miel. Cuando llueve se perfilan, el resto del tiempo están como difuminados. Entonces es cuando los alienígenas que viven entre nosotros salen a pasear; tiene que ver con algo de la energía gammagráfica de la que están conformados. No sospecho de mi poder: ¡Escucha, infeliz! –me digo–, la tierra fue mi refugio, el mar mi salvación; no temo, pues no moriré para siempre. Recordadme lo que digo aquí, para que cuando tenga lugar, no me sorprenda la oscuridad y sepa cómo actuar y venza.
Ayer establecí contacto con una especie alienígena, y el gobierno me ha exigido que lo mantenga en secreto. Me he negado, claro, y me han encerrado en lo más profundo de un volcán, en una isla del pacífico. ¡Socorro, rescátenme! P.D. No sé dónde está la isla. He visto que la gente no cuida su planeta. Dicen hacerlo, pero no lo hacen. No lo comprendo. ¡Acaso piensan que es fácil encontrar otro donde vivir que sea tan bueno como éste! ¡Sí hubieran vivido en mi planeta de origen sabrían lo afortunados que son! La gente paga millonadas por un trozo de piedra tallada de un museo y, sin embargo, destruye montes y bosques y contamina los mares. Desde luego estos humanos no hay quien los entienda. Los extraterrestres ya han venido, ya nos han visto y ya han salido corriendo, horrorizados al comprobar lo salvajes que aún somos. De noche, desde las ciudades, no se ven las estrellas. Las personas alzan la mirada y sólo ven el cielo negro. Por eso están tristes, porque no ven las estrellas. No se dan cuenta de lo maravilloso que es el universo. Yo, que he viajado por el espacio, lo sé.
Indómito. Me consideraban «el extraño» y no me importaba saber que me llamaban Juan Nadie. Indómito, quise probar a dar la vuelta al mundo y comencé desde la estación Términi de Roma, simplemente porque me apetecía; quise tocar la fama y alguien me dijo «¡toma el dinero y corre!» y así lo hice. Juro por el honor de los Prizzi que ni el cielo protector ni los reservoir dogs ni mucho menos el infierno del monster’s ball me impedirán sentir la lluvia en mi cara. Al fin y al cabo yo sólo soy el pianista, no una mercancía predestinada al sexo. En la cocina se estropeó el gas. ¿Con qué cocinaré ahora?, se preguntó la cocinera. Menos mal que vivía en un reino de cuento de hadas. Siempre le quedaba utilizar su mascota: el dragón escupefuego que capturó en la última cacería. En la cocina, la bruja de la casa de chocolate acabó asada en su salsa, no debió subestimar a esos dos hermanos –Hansel y Gretel dijeron llamarse– que le pidieron ayuda para pasar la noche. En la cocina de Hades, el can Cerbero jugaba con los despojos. ¡Déjalos ya, Cerbe! –le recriminó Hades–, te tengo dicho que no juegues con los muertos, que ya no están para estos trotes.
No es que no me guste salir en las fotos, no, no es eso; tampoco es que tenga miedo a que me roben el alma, que va, simplemente es que no quiero que averigüen que no salgo en ellas. Es lo que tiene ser un vampiro. Poderosa llave la que abra la puerta del oculto destino. Fue sólo la humilde sencillez la que supo oponerse a la infernal criatura. Para liberar las aguas remotas de las islas de los monstruos sin alma, sólo los hechizos de la bruja lo conseguirán. Cuentan que Lincoln fue un buen presidente –no lo dudo–, pero nadie sabe que también cazaba bestias marinas: las atraía con el cebo de una joven muchacha y, cuando atacaba el monstruo, le degollaba con su hacha. Así mató cientos. ¡Oh, dioses del recóndito océano!, bendecid las aguas y que nuestras pescas sean abundantes todo el año. Aceptad, oh dioses, este humilde sacrificio que os ofrecemos y, confiando en vuestra magnanimidad, os rogamos que nos protejáis como en años anteriores. ¿Por dónde vagan las partículas energéticas –o iones rápidos– que se producen en un reactor tokamak de fusión nuclear, como el del experimento ITER que es construye en Francia? Quizá conformen mundos más allá del horizonte.
A su debido tiempo. A su debido tiempo todo sucede, sin remedio; a su debido tiempo nada queda, sin remisión; a su debido tiempo nada falta, nada sobra; a su debido tiempo nadie muere, pues todos viven. A su debido tiempo.
―¿De dónde vienes? –le pregunté.
―Traigo grifos –me dijo el cazador.
―¿Grifos?, pensaba que ya no había.
―Sí, ya no queda ninguno en el valle. Me he tenido que ir más allá de los Montes Helados. Espero que alguno me valga.
―¿Y eso?
―Tengo estropeado el de la cocina.
Retumbando entre peñascos rueda sin freno la descomunal roca que, ciega de rumbo, rompe y destroza todo lo que osa interponerse en su loco devenir. Fue el titán Atlas quien la dejó marchar cansado de tener que cargar con ella a todas horas. Zeus está que trina. Cuando pasees por el bosque fíjate en los árboles. Es posible que, en lugares frondosos donde antes era imposible acceder, los árboles tengan sus ramas abriendo sendas. Por ahí andan gigantes, tenlo en cuenta. Me senté en un banco del parque, allá donde todo puede pasar, y no te creerás lo que pasó. Cuando llega la noche, los selenitas se asoman a la ventana y miran la Tierra llena, y se preguntan si habrá vida en ese planeta azul. Paseaba por la calle y veía a la gente protegiéndose de la lluvia o corriendo de portal en portal para no mojarse. ¿Por qué huían de la lluvia?, se preguntaba sin comprenderlo. Viniendo de su árido planeta, la Tierra era el paraíso, se decía el extraterrestre. Dicen que los extraterrestres ya han llegado y que viven camuflados en la Tierra. No sé de dónde han sacado eso, nosotros no se lo hemos dicho a nadie; sería de tontos que los humanos nos descubrieran, precisamente ahora que estamos a punto de iniciar la invasión. Una vez naufragué en una isla donde sus habitantes vivían sólo un día: nacían al amanecer y morían cuando amanecía el día siguiente. Cuando les dije que yo vivía años enteros me tomaron por un inmortal. Desde entonces veo el tiempo de otro modo, como un dios. En el fondo, hijo, el tiempo es un «déjà vu» olvidado. Escúchame, hija: el tiempo, por sí solo, no existe; sólo es un colateral de la vida.
―¿En la antigüedad, la gente creía que existieron los titanes?
―Sí, pero eran otros tiempos.
―No, papá, el tiempo es siempre el mismo; somos nosotros los que cambiamos.
Aquel día la cámara de captación de neutrinos antártico –el IceCube, la llaman– logró identificar aquel tipo de neutrino –«estéril», le denominan los científicos– tan anhelado. Era una llamada procedente del espacio profundo: los alienígenas pedían cita. Aquel día la cámara mortuoria de la gran pirámide permanecía cerrada. No se permitía el paso a nadie hasta clarificar lo sucedido. No era posible lo que decían algunos trabajadores, la momia no podía haberse levantado. Sin embargo ya no estaba en su sarcófago; y la cámara de proyección estropeada de aquel cine abandonado comenzó a proyectar una película muda, a los fantasmas también les gustan las películas, sobre todo las antiguas, les gusta recordar sus años de juventud; y la cámara de muy alta presión hidrostática del laboratorio submarino que la agencia gubernamental ultrasecreta tiene en algún lugar del Pacífico recibió un inquilino asombroso, por fin habían capturado vivo un ejemplar de homínido submarino.
Hablemos de humo. Por el humo se sabe dónde está el dragón escupefuego. En tormentas de fuego, el humo te indicará el camino. Construí un barco con humo de una fogata y navegué. La magia del mago procedía del humo de su pipa. El mago se fugó de la cárcel convertido en humo. Mary Poppins se maquilla con el humo de las chimeneas. Ella es fuego. Él, el humo que queda tras consumirse. Sherlock Holmes era un experto catador de humo de pipa. ¿Qué dice? No sé, no sé hablar señales de humo. No dejes que el humo te impida ver el bosque. ¡Mil rayos y mil truenos y un volcán echando humo! ¿Tabaco o pipa? Pipa, su humo es mucho más inspirador. Desde que prohibieron fumar, en el estanco sólo venden humo. ¿Qué falló de la poción? ¿Pusiste humo de escarabajo asado? Mi señor don Quijote, ¿qué es aquello? Humo; ¡habrá dragones!
A aquel vampiro le gustaba volar entre las nubes y contemplar el amanecer. Permanecía allí arriba hasta el último segundo, hasta que los rayos del sol casi le rozaban su blanca piel. Le gustaba vivir peligrosamente. ¿Cuál es más bello: el lenguaje hablado o el escrito? No, es el pensado, el sentido, el lenguaje amado. Mamá, ¿quiénes eran los humanos? Nuestros antepasados, hijo –le respondió su madre–. ¿Por qué ya no hay ninguno? Hubo una guerra entre ellos y los robots. ¿Y qué pasó? Que ganamos nosotros. Plagiador que plagias, ignorante que te crees ingenioso, ¿acaso ignoras que se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo?; secuestrador de ideas ajenas, vil tramposo, tejedor de falacias, idiota. ¡Si no tienes ideas propias, no escribas! Permíteme un consejo: más vale ser autor de los propios escritos, aunque éstos sean pobres y humildes, que intentar engañar a la gente copiando el ingenio de otros. En aquel rincón del parque, donde las hojas de los árboles colindantes dejan rastros de migas de pan, hay un banco sin igual, donde quien en él se sienta viaja inminente a lugares imposibles; pues alguien dejó en él un libro. Perseguía al dragón. Me introdujo en un callejón sin salida. En eso llegó la policía.
―¿Dónde está? –me preguntó un agente.
―Se ha ido por ahí –le dije, señalando al frente.
―Pero eso es un muro de ladrillos.
―Sí, ahora sí.
El bosque está repleto de criaturas extraordinarias. Caminamos entre los árboles, entre los arbustos y no las vemos. Insectos, pájaros, con suerte alguna ardilla voladora, sí, a esos sí; pero a las hadas, duendes, seres hoja y demás criaturas mágicas, no, a eso no. Los hongos se iluminan de noche. Hay insectos que se iluminan para ver en la oscuridad. Algunos peces abisales brillan en lo más profundo del océano. Hace eones que los animales usan la electricidad. Y nosotros buscando seres mágicos de cuentos de hadas. Dicen que los faros iluminan el mar para que los barcos no choquen contra las rocas; dicen que los fareros son casi como ermitaños; dicen, dicen… Lo cierto es que los faros nos protegen de los seres malignos del mar y los fareros son los mejores guerreros del mundo. Alza el vuelo una bandada de aves, todas a la vez, y el cielo se oculta tras la nube uniforme de las trazas de sus alerones y no lo veo, y, aprovechando el tumulto, entre la mareta de alas y picos, un diminuto gorrión se abre camino y rompe la nube como cohete audaz. Noble tarea la de aquel enigmático marinero inglés que supo descifrar el porqué del existir de las estrellas de mar; pues, al igual que las botellas donde los náufragos envían sus mensajes, las estrellas del mar, como luminosas estrellas del firmamento, contienen nuestros más profundos sueños y anhelos. Feliz aquel que libera esos sueños del olvido y les permite volver a ser libres para que puedan cumplir su sagrada misión. Anochecía. En un oscuro callejón un gato observaba. Aguardaba paciente. En eso vio venir a un joven. Cuando llegó a su altura, atacó. Después el vampiro recuperó su aspecto felino y desapareció en la oscuridad. Estuvo bien la espera, se dijo satisfecho; hacía tiempo que no cataba sangre del ‘85. Tras la caída de aquel extraño meteorito, los bosques se cubrieron de una gelatinosa niebla y, tras diluirse, los animales son ahora gigantes; incluso las hormigas han crecido al tamaño de elefantes. Los humanos somos ahora las hormigas de la Tierra.
Infancia. Amanece un nuevo día. Esta noche ha nevado y en el suelo se ven las huellas de los pasos de la gente, y la joven sale de casa con esa sonrisa que le brota del corazón, camino a la farmacia. Allí compra glicerofosfato de cal, el reconstituyente que necesitan los niños enfermos del orfanato en el que ella vivió cuando fallecieron sus padres. Todos los días les visita y les cuida y les cuenta cuentos y los pequeños ríen y ella recuerda con cierta nostalgia cuando también a ella la cuidaron. Allí pasó su infancia y desde la ventana de su cuarto vio, por primera vez, los colores del arcoíris, y ahora trabaja allí como voluntaria para, de alguna manera, poder devolver todo el cariño que recibió entonces.

Luis Goróstegui, Entre fractales, año I, mes 1

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