Empezó a pensar en un nuevo teorema al examinar el relieve marcado por las heridas sobre su vientre El cuerpo de la chica se derramaba sobre la cama.
Descubrió, con el recorrido táctil de sus expertos dedos un nombre inciso en el lampiño pubis, áspero como un jardín zen. Más arriba, el tacto se perdía en un vacío que amputaba la cabeza del tronco.
Cuando se incorporó, sintió sobre su cuello el afilado labio de una hoja que mantenía una gota de sangre inmóvil.
Como el profanador que mora entre las sombras, el asesino había vuelto al lugar del crimen.
Manuel Montesinos, Detective Braille.