Odiaba la Navidad. Cada año, por esas fechas, tapiaba puertas y ventanas sin olvidar la chimenea para impedir la llegada de ese gordinflón de gruesa barba. Y cada año al despertar descubría regalos a los pies de su cama. Presa de la ira abría la ventana y los arrojaba fuera. No tardando en ser recogidos por los humildes niños de la calle. Tal y como había previsto Papá Noel.
Raúl Garcés Redondo, Microrrelato navideño.