Hastiado y ofendido, el barbero bigotudo fue el primero en cerrar la boca para no abrirla más. Le siguieron el diputado tartamudo, la viuda presumida y el viejo libidinoso. Estaban hartos de ver cómo se reía de ellos toda la gente por las tonterías que el ventrílocuo les hacía decir.
Rafa Olivares