Me quedé con ella a solas, sin más tercero que el vino,
mientras el ala de la tiniebla nocturna se abría suavemente.
Era una muchacha sin cuya vecindad perdería la vida.
¡Ay de ti! ¿Es que es pecado este anhelo de vivir?
Yo, ella, la copa, el vino blanco y la oscuridad
parecíamos tierra, lluvia, perla, oro y azabache.
***
Si los persas hubieran visto el fuego de tus mejillas,
Si los persas hubieran visto el fuego de tus mejillas,
se habrían pasado sin reyes ni sacerdotes.
***
Dos jóvenes estaban ardientemente enamorados de la misma,
Dos jóvenes estaban ardientemente enamorados de la misma,
y cada uno procuraba apartar a su rival.
Se parecían al perro del establo, que no come heno
y no lo deja comer a ningún otro.