El mensaje que le devolvió el camarero era bastante claro: "No insista, por favor". Pero el señor con gafas no pareció inmutarse y fue más allá. Se levantó de su mesa para dirigirse a la del escritor. Se sentó sin solicitarle permiso y, clavándole los ojos en sus pupilas, le soltó: "Ay, Juanjo, Juanjo. ¿No me reconoces, verdad?". Millás hubiera querido gritar, despertarse de la pesadilla o consultarle a su psicoanalista para que le explicase a que respondía todo aquello, pero en cambio negó con la cabeza como un niño asustado. "Soy Marcial, el personaje vilipendiado de tu primer relato."
Nicolás Jarque, El reencuentro.