Era la novia más triste que había maquillado jamás. Permanencia inánime, como títere caído. Los pinceles luchaban con destreza para dar vida a su tez marmórea y a su mirada de niebla.
Supo que su trabajo fracasaría cuando abrieron la puerta para entregarle un delicado ramo de nomeolvides sin tarjeta.
Carmen Cano. Luna de hiel.