Nos conocimos en el curso del 86, en bachillerato. Desde el principio nuestra relación fue intensa, íntima, sensual. No podíamos evitar vivir nuestros días bajo un torbellino de caricias apasionadas.
Pero los descerebrados de turno no lo podían permitir. Ellos solo acudían a clase para meterse con nosotros. Éramos su entretenimiento preferido. Nos humillaban constantemente. A mí me tiraban al suelo entre burlas y risas. Dedicándose después a escribir obscenidades sobre ella.
En más de una ocasión intenté enfrentarme, abalanzarme encima de ellos, pero no resultaba tan fácil, eran más. Y además, ella, mi amor, una pizarra. Y yo, un simple borrador sin alas.
Javier Puchades, Sólo deseo borrar todo lo escrito sobre ti.