Le narraba un cuento —siquiera uno muy breve— cada día, desde que nació; aunque hubieran discutido, por teléfono si se distanciaban o incluso vía post-it.
A sus casi 15 años, Laia no sabía cómo hablarlo con su padre cuando él se acercó:
—Hoy no tengo cuento... ¿Me cuentas uno tú?
Álex Garaizar