En 1935, la República Española firmó un contrato con Texaco que convirtió a la compañía de Torkild Rieber en su principal suministrador de combustible. Pero pasado un año, cuando Franco dio su golpe de Estado, al empresario estadounidense no le importó en absoluto cambiar de bando.
“Sabiendo que los camiones militares, tanques y aviones no sólo necesitan combustible, sino una amplia gama de aceites de motor y otros lubricantes, el CEO de Texaco ordenó rápidamente a un petrolero de la empresa que cargara un suministro en el puerto francés de Burdeos y lo enviara a los nacionalistas, que estaban pasando por dificultades. Fue un gesto que Franco nunca olvidaría”.
En pleno inicio de la contienda, el empresario en persona viajó a Burgos para reunirse con Franco y aceptó cortar el suministro de petróleo a la República para apoyar sin reservas al bando nacional. La ayuda de Rieber fue fundamental en los primeros días de la guerra, y no sólo por su traición al orden democrático establecido, sino por darle a Franco todo lo que pedía sin esperar nada a cambio.
“No os preocupéis por los pagos”, fue la respuesta de Rieber cuando los sublevados le dijeron que iban justos de efectivo. Como reconoció más tarde un ejecutivo de Campsa –que desde 1927 era la compañía nacional que monopolizaba el suministro de petroleo–, “pagábamos lo que podíamos cuando podíamos”.
El Confidencial, jueves 24 de abril de 2016