Se entrenaba cada día. Sabía que, si quería estar a su altura y ganarles, debía ser más rápido que ellos. No quería sentirse superado una vez más. Sobre todo, lo importante era no dejarse sorprender en la salida. Él fijaba su mirada atentamente, eran solo veinte segundos, pero una eternidad para recordar. No podía parpadear ni un solo instante, de lo contrario ya sería demasiado tarde. Por ello, estaba con la mano preparada sobre el mando a distancia, para darle al botón de grabar cuando las diminutas letras comenzasen a correr por la parte baja del dichoso anuncio de publicidad.
Javier Puchades