Mientras el pánico nuclear provoca escalofríos en todo el planeta, un puñado de valerosos hombres y mujeres permanece firme ante el monstruo de Fukushima, combatiéndole armados con agua de mar. Ante acontecimientos terribles, a menudo, los seres humanos encuentran dentro de sí una valentía que quizá en la vida cotidiana dudaron tener. Un grupo de ingenieros, técnicos, bomberos, soldados y policías -muy conscientes del nivel de radiación y no obligados al sacrificio por una dictadura brutal- se interpone entre el desastre y el resto del mundo. Un funcionario japonés citado por la cadena CBS asegura que ha logrado hablar con uno de los operarios que siguen en Fukushima, que le ha dicho que no tenía miedo a morir, pues era su trabajo. Según empleados del sector nuclear citados por varios medios estadounidenses, esta reacción no es extraña, fruto de una mezcla de sentido del deber y de lealtad y camaradería hacia los compañeros. A esto se une, en el caso de Japón el sentido de sacrificio por el bien de la comunidad.
EL PAÍS, miércoles 16 de marzo de 2011