La Turdetania es maravillosamente fértil: tiene toda clase de frutos y muy abundantes. Los frutos sobrantes se venden con facilidad a los numerosos barcos de comercio.
De Turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste, además, no sólo en cantidad, sino de calidad insuperable. Expórtase también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio mejor que el da la tierra sinópica. Sus navíos los construyen allí mismo con maderas del país. Tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual, tanto en estas cosas como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas. Antes se importaba de aquí cantidad de tejidos; hoy mismo, sus lanas son más solicitadas que las de los coraxos, y nada hay que las supere en belleza. Por un carnero reproductor se paga no menos de un talento. De gran calidad son también los tejidos ligeros que fabrican los saltietas. La abundancia de ganados de toda especie es allí enorme, así como la caza. Los animales dañinos son raros; excepción hecha de unas liebrecillas que agujerean la tierra y a las que algunos llaman lebérides. Estos animales, como se alimenta de raíces, destruyen plantas y semillas. Así ocurre en casi toda Iberia, extendiéndose el mal también hasta Massalia, e incluso las islas. Cuentan que en cierta ocasión los indígenas de las Baleares enviaron legados a los romanos pidiéndoles otras tierras, pues se veían expulsados de las suyas por estos animales imposibles de combatir, dada su multitud. Y en verdad tal recurso puede ser útil cuando -lo que no siempre acaece- una invasión de este género sobrepasa sus proporciones habituales y se propaga como la peste, al modo de las plagas de serpientes o de ratas de los campos. Mas para los casos normales se han descubierto diversos modos de caza, como el de la comadreja salvaje, que, acostumbrada a este menester, produce la Libia. Para ello dichas comadrejas, una vez atadas, son colocadas en las bocas de las madrigueras; entonces, con sus uñas extraen a las liebrecillas para que las apresen, o, en otros casos, las obligan a huir buscando una salida, donde los cazadores allí apostados las capturan. La excelencia de las exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves; los mayores navíos de carga que arriban a Puteoli y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí, y su número es casi igual al que viene de Libia.
Estrabón, Geografía, Esplandián Editores, Madrid, 1997.
De Turdetania se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste, además, no sólo en cantidad, sino de calidad insuperable. Expórtase también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio mejor que el da la tierra sinópica. Sus navíos los construyen allí mismo con maderas del país. Tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual, tanto en estas cosas como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas. Antes se importaba de aquí cantidad de tejidos; hoy mismo, sus lanas son más solicitadas que las de los coraxos, y nada hay que las supere en belleza. Por un carnero reproductor se paga no menos de un talento. De gran calidad son también los tejidos ligeros que fabrican los saltietas. La abundancia de ganados de toda especie es allí enorme, así como la caza. Los animales dañinos son raros; excepción hecha de unas liebrecillas que agujerean la tierra y a las que algunos llaman lebérides. Estos animales, como se alimenta de raíces, destruyen plantas y semillas. Así ocurre en casi toda Iberia, extendiéndose el mal también hasta Massalia, e incluso las islas. Cuentan que en cierta ocasión los indígenas de las Baleares enviaron legados a los romanos pidiéndoles otras tierras, pues se veían expulsados de las suyas por estos animales imposibles de combatir, dada su multitud. Y en verdad tal recurso puede ser útil cuando -lo que no siempre acaece- una invasión de este género sobrepasa sus proporciones habituales y se propaga como la peste, al modo de las plagas de serpientes o de ratas de los campos. Mas para los casos normales se han descubierto diversos modos de caza, como el de la comadreja salvaje, que, acostumbrada a este menester, produce la Libia. Para ello dichas comadrejas, una vez atadas, son colocadas en las bocas de las madrigueras; entonces, con sus uñas extraen a las liebrecillas para que las apresen, o, en otros casos, las obligan a huir buscando una salida, donde los cazadores allí apostados las capturan. La excelencia de las exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves; los mayores navíos de carga que arriban a Puteoli y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí, y su número es casi igual al que viene de Libia.
Estrabón, Geografía, Esplandián Editores, Madrid, 1997.