Regresó, armada de escoba y recogedor, con ganas de acabar rápidamente una faena tan desagradable, pero esta vez necesitaría rasqueta y mucha lejía, había restos de sangre por todo el suelo del comedor.
Mary no preguntaba, le llamaban y le decían esta noche hay fiesta en la embajada, ella sobre las 3 de la mañana cogía la furgoneta de su empresa de limpieza "NO DEJAMOS NI RASTRO" y se encaminaba hacia allí.
Solo tenía una duda y era saber si eso que llamaban "guerra fría" sería por la costumbre que tenía la mujer del embajador de guardar los cadáveres en los grandes congeladores que había en los sótanos de la embajada.
Javier Puchades, La mujer del diplomático.