Siempre me recibe con una gran sonrisa y la mano sobre el corazón mostrando su alegría. Su mirada habla desde el ayer con inocencia infantil. A cambio solo espera cariño, besos, caricias. Su instinto maternal sigue intacto, sufre por mí aunque no recuerda mi nombre. Vive en el olvido... perdida.
Pilar Alejos, Perdida.