El gato de Schrödinger molestaba al físico que, irritado, lo ató con unas supercuerdas, lo metió en el bolsón de Higgs y lo arrojó a un agujero negro. Pero no sirvió de nada, porque el minino, especialista en saltos cuánticos, siguió burlándose de él, e importunándolo, desde un universo paralelo.