He adquirido el viejo caserón del bosque. Al encontrarse deshabitado durante los últimos cincuenta años, he tenido que acometer algunas obras. El contratista me ha dicho que en tres semanas la reforma estará terminada. Que la planta baja y la superior están casi acabadas. Y para tener acceso a lo que parece ser un desván, en la parte más alta de la casa, solo falta por derribar una pared que hay al final de la escalera
Esta mañana, me ha llamado muy angustiado el encargado de la obra. Me dice que tienen todo preparado para comenzar a tirar el tabique. Pero, cada vez que levantan la maza, escuchan con estupor que hay alguien que llora al otro lado de la pared.
Javier Puchades