Un charlatán hace correr la voz de que sabe cómo enseñar a hablar a los burros. El Rey, intrigado, manda llamar al embaucador, que se ratifica en que sólo necesita un año para hacer que un burro hable.
—Bien —le dice el Rey—, te contrato para que des lecciones a uno de mis asnos. Si logras que hable antes de un año, te premiaré ricamente, pero si me has engañado te mandaré ahorcar.
—Gracias por el honor, Majestad —contesta el timador—. Antes de un año haré de ese asno un orador elocuente.
Viendo aquello, uno de los cortesanos se acercó al charlatán:
—Mucho me temo que acabaréis con una soga de cáñamo alrededor del cuello.
A lo que el charlatán, ni corto ni perezoso, contestó:
—Me río yo de eso, señor. Para cuando quiera transcurrir el año de plazo que tenemos, ya nos habremos muerto el Rey, el asno o yo.