Los asesinos seriales también tenemos corazón: nos conmovemos hasta las lágrimas ante una delicada pieza musical, sabemos admirar el vuelo de una hermosa ave, suspiramos extasiados, nos enamoramos como chiquillos, aunque no siempre seamos correspondidos.
Algunas mujeres incluso logran rompernos el corazón; por fortuna, sabemos corresponderles de la misma manera.