Cuando los Aliados llegaron a Chartres, descubrieron que los nazis habían colocado veintidós cargas de detonación en puentes y demás estructuras de los alrededores, lo cual podría haber provocado daños a la catedral e incluso su derrumbe.
El experto en demoliciones Stewart Leonard, quien tras el fin de las hostilidades se convertiría en oficial de Monumentos, ayudó a desactivar las cargas y salvar la catedral. Como más tarde le confiaría a su compañero Bernie Taper tomando unas copas en un apartamento berlinés, "lo bueno de estar en la unidad de artificieros es que los oficiales no te miran por encima del hombro".
Pero Taper quería saber si el arte valía la vida de una persona. Como al resto de miembros de la sección, la pregunta lo intrigaba.
—Yo tuve que elegir —respondió Leonard—. Y elegí desactivar las cargas. La recompensa lo valía.
—¿Qué recompensa?
—Cuando terminé, fui a sentarme a la catedral de Chartres, que se había salvado en parte gracias a mí, durante una hora. Estaba solo.