El hombre que se casó con la más hermosa mujer que haya existido en cualquier tiempo y lugar, fue también el primero de los herejes conocidos. Además, cosa inhabitual entre los herejes, era rey. De esta suerte, no hubo disturbios al producirse su herejía; sencillamente, fue decretada por él. Pero el mundo de los intereses creados, empobrecido por ello, le odió; y su pueblo, liberado demasiado de prisa de las ideas tradicionales, se alarmó. Ese rey se llamó Amenhotep IV, un faraón de la XVIII dinastía, entre los años 1372 y 1354 a. de C. Para celebrar la herejía, cambió su nombre por el de Akhnatón. Es decir, prefirió ser llamado “Atón es muy feliz” a “Amón está satisfecho”. El motivo de ello era la afición del Faraón por las explicaciones físicas; de ahí que concibiera al dios omnipotente como un disco solar, más que como un espíritu del sol.
La maravillosa reina fue Nefertiti, cuyo nombre significa “La belleza mora entre nosotros”. No podemos dudar de esta belleza; su busto, encontrado entre los restos de un antiguo taller, es por demás convincente. Al parecer, estuvo destinada a servir de modelo, y el escultor (de nombre quizá Thutmosis) olvidó hacer el iris del ojo izquierdo. Sin embargo, en la obra de arte nada falta realmente cuando se da la perfección.
Barrows DUNHAM, Héroes y herejes. Antigüedad y Edad Media, Seix Barral, Barcelona, 1969.