El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre le saca de su ensimismamiento.
—¿Bajarás de ahí alguna vez?
Su padre no le hace caso.
—Están por llegar. Sí, ellos, los nuevos inquilinos. Decidimos que esperaríamos a saber algo de ellos.
La cuerda desaparece. Su padre baja al suelo y trata de hablar.
—Grrr, grrr.
—Será mejor que no te vean. ¡Y no digas nada!
—Grrr, grrr.
—¿Qué? He dicho que te calles. Vamos, vete al desván. Allí está mamá.
Se escucha un frenazo en la calle. Alguien prueba llaves en la cerradura.
—¿No los oyes? Ya han llegado. ¡Vete arriba!