Solo un último cigarrillo, solo vacíos ocupados por nostalgia y solo, alfombrando aquella melancolía, cartas esparcidas por la casa, con números rojos en su interior.
Cogió ese único cigarrillo, lo sujetó entre sus labios y, con la compañía del silbido adormecedor que fluía desde la cocina, encendió su última cerilla.
Javier Puchades, Soledades.