Encontrábase Bo Zhang, antiguo prefecto de Xiangyang, paseando en los jardines de su residencia cuando de repente apareció un perrito, que intentó morderle los talones.
Huang Jun, esposa de Bo Zhang, acudió presurosa, dispuesta a espantar al perro con una palmeta.
–Déjalo, déjalo –le dijo Bo Zhang.
Poco después el animal se marchó tan sigiloso como había llegado.
–Debiste haberme permitido que lo asustase – reprochó Huang Jun a su marido.
–Bien sabes –dijo entonces Bo Zhang– que ese perrito puede ser la reencarnación de nuestro amado hijo Xiaobo.
–¡Sigue, sigue! –se quejó la mujer–. ¡Sigue malcriándolo!
Roberto FONTANARROSA, El mundo ha vivido equivocado.