Jesús ama tiernamente a Judas. Lo elige corno uno de sus discípulos. Judas tuerce la boca, piensa: "Por algo me eligió. Algún interés esconde". Jesús lo nombra tesorero de los apóstoles. Judas masculla: "Me nombra tesorero para tenerme todo el día ocupado mientras él se luce haciendo milagros". Jesús le permite que haga dos o tres milagros. Judas le contesta que él no tiene por qué imitar a nadie. Judas anda con el ceño fruncido y la cara desencajada en una mueca de mal humor. Nada le cae bien. Todo es un pretexto para desencadenar interminables discusiones. La popularidad de Jesús lo irrita. Finge temer por su suerte y le aconseja desistir de su campaña de agitación social, pero lo que busca es sabotearlo. En vista de que Jesús sigue haciendo proselitismo lo denuncia a la autoridad con la excusa de que así lo salva de males mayores. Cuando Jesús resucita, Judas no aguanta más y se suicida.
Marco DENEVI, Falsificaciones, Thule Ediciones, Barcelona, 2008.