Hileras de figuras con túnicas y tocados blancos asoman a los balcones de muchos edificios. Hombres y mujeres prisioneros en sus casas, inmóviles, de pie, sufren su condena. Hasta los niños cruzan las calles cabizbajos, mudos.
La voz en off de la pantalla anuncia con atonía la sentencia de muerte.
Carmen Cano, Ciudades silenciosas.