Vivieron con la misma pasión literaria y artística, la misma inquietud vanguardista, la misma lucha por la República, el mismo fracaso y exilio que sus compañeros varones de generación.
Sus nombres, que no sus obras, eran comunes: María, Rosa, María Teresa, Maruja...
Murieron sin fama, sin reconocimiento, las sin sombrero.
Carmen Cano, Un veintisiete incompleto.