Con los pies a remojo mientras pescaban lo vieron venir caminando por las aguas del lago. “Es el diablo”. “Es un fantasma”. “Es un extraterrestre”. “Son los efectos especiales de una película de Spielberg”. “Están rodando un anuncio para la televisión”… Fueron algunas de las opiniones que escuchó.
Al ver que ya nadie lo reconocía, decidió regresar a los cielos y abandonar a su suerte a los habitantes del malhadado planeta donde hacía casi dos milenios que lo habían crucificado.
Enrique Angulo, La segunda venida.