No podía dar crédito a mis ojos cuando vi el nombre de la tienda: LA TIENDA DE LA VERDAD. Así que allí vendían verdad. La correctísima dependienta me preguntó qué clase de verdad deseaba yo comprar: verdad parcial o verdad plena. Respondí que, por supuesto, verdad plena. No quería fraudes, ni apologías, ni racionalizaciones. Lo que deseaba era mi verdad desnuda, clara y absoluta.
La dependienta me condujo a otra sección del establecimiento en la que se vendía la verdad plena.
El vendedor que trabajaba en aquella sección me miró compasivamente y me señaló la etiqueta en la que figuraba el precio.
-El precio es muy elevado, señor -me dijo.
-¿Cuál es? -le pregunté yo, decidido a adquirir la verdad plena a cualquier precio.
-Si usted se la lleva -me dijo-, el precio consiste en no tener ya descanso durante el resto de su vida.
Salí de la tienda entristecido. Había pensado que podría adquirir la verdad plena a bajo precio. Aún no estoy listo para la Verdad. De vez en cuando ansío la paz y el descanso. Todavía necesito engañarme un poco a mí mismo con mis justificaciones y mis racionalizaciones. Sigo buscando aún el refugio de mis creencias incontestables.
Anthony DE MELLO, El canto del pájaro, Sal Terrae, Santander, 1982.