H. G. Wells: “History is a race between education and catastrophe”.

martes, 3 de abril de 2012

Muramos aquí todos


Contemplando la batalla y viendo que algunos del pueblo no se comportaban como era debido, oyéndolo todos, dijo al arzobispo de Toledo: “Muramos aquí todos, yo y vos”. Éste le respondió: “De ninguna manera; al contrario aquí venceréis a nuestros enemigos”. El rey lleno de ánimo dijo: “Corramos a socorrer a la primera línea que está en peligro”.

Entonces Gonzalo Rodríguez y sus hermanos avanzaron hasta esa primera línea mientras Fernando García, hombre valiente y experimentado en la guerra, procuró retrasar al rey para que acudiere con cierta moderación en auxilio de los suyos.

De nuevo exclamó el rey: “Muramos aquí, arzobispo. La muerte en estas circunstancias no es deshonrosa”. El arzobispo contestó: “Dios mediante, no la muerte sino la corona de la victoria nos espera; pero si Dios quisiese otra cosa, todos estamos preparados a morir con vos”.

Mientras esto sucedía, doy testimonio de ello delante de Dios, el noble rey no se demudó lo más mínimo, ni cambio el gesto, ni el tono de la voz; más bien permaneció firme y constante, como león impertérrito, en querer morir o vencer. Y no pudiendo sufrir por más tiempo el peligro en que se encontraba la primera línea, avanzó a paso apresurado con sus pendones, Dios mediante, hasta el palenque del califa.

La cruz del Señor, que se acostumbra a llevar delante del arzobispo de Toledo llevada por el canónigo toledano, don Domingo Pascual, atravesó de manera milagrosa las huestes musulmanas, y permaneció allí, como le plugo al Señor, sin sufrir ninguna herida su porteador, lejos de los suyos, hasta el fin de la batalla. En los pendones del rey se exhibía una imagen de la Bienaventurada Virgen María, que siempre había sido la defensora y protectora de la archidiócesis toledana y de toda España.

Rodrigo JIMÉNEZ DE RADA, Historia de los hechos de España, Alianza, Madrid, 1989.