H. G. Wells: “History is a race between education and catastrophe”.

lunes, 3 de febrero de 2014

Las botas

 

¿Os he contado alguna vez la historia de Raymond Qualls? Tampoco es nada del otro mundo. Un chico por el que perdí la cabeza cuando tenía trece años. Un chico de aspecto muy rudo, con sus Levi's hechos polvo y el pelo enmarañado. Y con unos dientes feísimos. Así, hacia fuera. Pero tenía unas botas de vaquero, muy bonitas, de color chocolate, con la piel lustrosa. Estaba muy orgulloso de sus botas. Se le notaba en la forma de andar y de pavonearse, los brazos, los codos. Me convencí de que si conseguía unas botas parecidas, pero de mujer, iba a pedirme que fuese su novia. En cuanto me viera con las botas, diría "esa es mi chica". Y las botas estaban en el escaparate de una tienda del centro. Me puse como loca, le pregunté a mi padre más de cien veces si podía comprarme las botas. ¡Qué obsesión! Pasaba las noches en vela, suspirando por las botas, imaginando las conversaciones que tendría con Raymond cuando me viera con las botas. Un día mi madre me preguntó: "Vi, ¿qué vas a pedirte como regalo de Navidad?". "Mamá, daría cualquier cosa por esas botas", le dije. Negocié el regalo, insistí, y mi madre empezó a soltar indirectas. Puso debajo del pino un paquete que tenía el tamaño de una caja de botas, envuelto con un papel de regalo precioso. Oye, Violet, no vayas a hacer trampas, no mires antes de tiempo lo que hay en el paquete. Y sonreía de una forma maravillosa. Cuando llegó el día de Navidad, me levanté como una exhalación, ya te digo, y fui corriendo hasta el árbol. Abrí el paquete dejando el papel hecho trizas. Dentro había unas botas, sí... unas botas de obrero, agujereadas, con los cordones rotos y llenas de barro seco y de mierda de perro. ¡Qué gracia! Mamá se estuvo partiendo de risa durante varios días.

Tracy LETTS, Agosto, Madrid, Punto de Lectura, 2014.