La historia de la Constitución de Cádiz de 1812 es la de una carta magna de corte liberal que supuso un antes y un después para España pese a su corta duración. La intrahistoria de la misma es la de una lucha de poderes en la Iglesia de la época y, a veces, casi de intrigas que han quedado reflejadas documentalmente. Buena parte de la misma se encuentra en los Archivos Secretos del Vaticano, en los cuales ha estado investigando durante un par de años el historiador y director del archivo del Salus Infirmorum, Francisco Glicerio Conde Mora.
En las Cortes de Cádiz había 90 clérigos porque entre otras cosas era un sector de la población que tenía acceso a la cultura. Francisco Glicerio Conde relata que estas Cortes parecía un concilio ya que los había de todas las ideologías, desde los más liberales como Diego Muñoz Torrero y Luis de Borbón, frente a los más conservadores como Pedro Inguanzo y Pedro de Quevedo.
Sin embargo, hay un personaje clave en toda la documentación que llega al Vaticano. El nuncio del Papa en España (si se tiene en cuenta que la España libre era Cádiz) era Pedro Gravina, hermano del famoso almirante que luchó en la batalla de Trafalgar. Este entra en una lucha constante con el cardenal y arzobispo de Toledo, Luis de Borbón, y regente y Primado de España. Uno de los mayores choques se produce con la abolición de la Inquisición, que da lugar a numerosa documentación que llega al Vaticano.
Gravina era partidario de que las Cortes de Cádiz no tomaran ninguna decisión al efecto hasta que el papa Pío VII, también cautivo de Napoleón, no quedara libre. Curiosamente, uno de los que más insistió en el final de este tribunal fue Antonio Ruiz de Padrón, abad de Valdeorras, tal y como relata Francisco Glicerio Mora, que hizo un dictamen en el que decía que la Inquisición es "diametralmente opuesta" a la Constitución aprobada.
En el Vaticano está incluso hasta una copia del documento por el que se ordenaba mandar leer en las parroquias el decreto de abolición.
Las luchas incluso llegan a quién debe resolver en los temas matrimoniales, como las nulidades y las dispensas. Ante la ausencia del Papa se establece que deben ser los obispos y no el nuncio el que lleve a cabo este trámite. Gravina no se dará por vencido de manera que los desencuentros se van a prolongar hasta el año 1813, en el que Luis de Borbón llega a firmar un documento en el que se decide expulsar al nuncio de España, que finalmente marcha a Portugal. Eso sí, cuando el rey Fernando VII vuelve a tener el poder, restableció a Gravina y le piden responsabilidades a Luis de Borbón.
Diario de Cádiz, domingo 20 de noviembre de 2011.
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