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-Con toda seguridad está extraviado y permanece a la espera de que alguien pase por allí y pueda orientarle -dijo uno de los amigos.
-No, lo que yo pienso -intervino otro de los excursionistas- es que se ha sentido indispuesto y se ha sentado a reponerse.
-Estáis seguramente equivocados -repuso el tercer amigo-. Tened la certeza de que está esperando a alguna otra persona que se está retrasando en la cita.
Y así, cada uno empeñado en su versión, comenzaron a porfiar, hasta que decidieron trasladarse a la cima de la montaña y resolver sus dudas, a la par que saciaban su curiosidad.
-¿Te has perdido? -preguntó el que mantenía tal versión.
-No -repuso el desconocido.
-¿Está indispuesto? - preguntó otro amigo.
-No.
-¿Estás esperando a alguien? -inquirió el tercer excursionista.
-No.
Entonces los tres amigos, desconcertados, preguntaron al unísono:
-¿Y qué haces aquí?
Y el desconocido repuso apaciblemente:
-Simplemente, estoy.
Chang Shiru, Ramiro Calle, 101 cuentos clásicos de la China, Edaf, Madrid, 1997.