Moriré si el silencio es tan necesario como parece para el que quiere retirarse al estudio. Y así me hallo rodeado de un griterío abigarrado: habito sobre unos baños. Figúrate todos los tipos de gritos que pueden repugnar a los oídos: cuando los atletas más fuertes hacen ejercicio y bracean con las manos cargadas de plomo, cuando se fatigan o hacen el fatigado, siento los gemidos; cada vez que exhalan el aliento contenido, oigo silbidos y respiraciones atormentadas, cuando me topo con un mozalbete perezoso que se limita al untamiento plebeyo, oigo el chasquido de la mano sobre las espaldas, que suena diferente, según se pegue con la palma o con el cuenco de la mano. Y si añadimos un jugador de pelota y se pone a contar los puntos, los tendrás a todos. Añade todavía al buscarazones, y el ladrón sorprendido en su delito, y el cantarín que percibe que en el baño su voz es la mejor; añade a los que saltan a la piscina con gran estruendo del agua removida. Además de estos, los cuales, al menos, hacen uso de la voz natural, figúrate al depilador, que a menudo tiene una voz aguda y estridente, para hacerse más de notar y que no calla nunca, salvo cuando depila unas axilas, y en lugar de él, hace chillar a otro; figúrate todavía el pastelero, y el salchichero, y el confitero y todos los proveedores de tabernas que venden las mercancías con su cantinela característica. Por otro lado los ruidos intermitentes me molestan más que los continuos.
Epístola LVI de Séneca a Lucilio
El Supremo avala cuatro años de prisión para el dueño de un bar por ruido
Jaime Serra Vall, vecino de 62 años de la localidad de Fraga (Huesca), y su mujer pasaron muchos fines de semana sin poder conciliar el sueño. La causa: el local con música en directo que había abierto bajo su domicilio. Durante más de cinco años —entre 2003 y 2008— el ruido se convirtió en un mal compañero de desvelos y las denuncias en una rutina. Nueve años después, el Tribunal Supremo les ha dado la razón y ha avalado la sentencia de 2011 de la Audiencia Provincial de Huesca que condenaba a uno de los tres dueños de la sala, José Luis Fariñas, a cuatro años de cárcel por un delito ambiental y de lesiones. El tribunal ordenaba también la clausura del pub Central Brunito, que ya había cerrado en 2008 por otras causas.
“Tendrían que haber condenado a los tres”, lamenta Serra por teléfono desde su ya tranquilo domicilio al conocer “por los medios” la sentencia del Supremo. Los otros dos socios del bar, uno de ellos ex alcalde de Fraga, José Luis Moret, no fueron imputados.
Según relata la sentencia, el único dueño acusado no tomó ningunas de las medidas de insonorización y reducción del impacto sonoro que le habían requerido desde el Ayuntamiento. Debido a la "contaminación acústica" los afectados sufren "trastornos psicológicos" caracterizados por "fatiga crónica, insomnio por estrés y ansiedad", dice el texto condenatorio de la Audiencia Provincial, que obligaba al acusado a indemnizar a Serra y su esposa con 7.220 a cada uno. “Mi mujer y yo todavía seguimos tomando medicamentos para dormir; y nos han dicho que nuestros problemas de ansiedad son para toda la vida”, confirma Serra.
Alejandra AGUDO, El Supremo avala cuatro años de prisión para el dueño de un bar por ruido.
El País, lunes 19 de noviembre de 2012.
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