H. G. Wells: “History is a race between education and catastrophe”.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Tengo un mensaje para ti

Aod y Eglón

Volvieron los hijos de Israel a hacer lo malo ante los ojos de Dios. Entonces Dios fortaleció a Eglón, rey de Moab, contra Israel, porque habían hecho lo malo ante los ojos de Dios. Y Eglón reunió consigo a los hijos de Amón y de Amalec; y fue y derrotó a Israel, y se apoderaron de la ciudad de las palmeras. Y los hijos de Israel sirvieron a Eglón, rey de Moab, por dieciocho años. Pero los hijos de Israel clamaron a Dios, y Dios les levantó un libertador, a Aod, hijo de Gera, benjamita, el cual era zurdo. Y los hijos de Israel enviaron tributo con él a Eglón, rey de Moab. Aod se hizo una espada de dos filos, de un codo de largo, y la ató a su muslo derecho debajo de la ropa. Y presentó el tributo a Eglón, rey de Moab; y Eglón era un hombre muy grueso. Y aconteció que cuando terminó de presentar el tributo, despidió a la gente que había traído el tributo. Pero él se volvió desde los ídolos que estaban en Gilgal, y dijo: Tengo un mensaje secreto para ti, oh rey. Y éste dijo: Guarda silencio. Y todos los que le servían salieron. Aod vino a él cuando estaba sentado solo en su sala de verano. Y Aod dijo: Tengo un mensaje de Dios para ti. Y él se levantó de su silla. Aod alargó la mano izquierda, tomó la espada de su muslo derecho, y se la hundió en el vientre. Y la empuñadura entró también tras la hoja, y la gordura se cerró sobre la hoja, pues no sacó la espada de su vientre; y se le salieron los excrementos. Entonces salió Aod al corredor, cerró tras sí las puertas de la sala de la terraza y les pasó el cerrojo. Después de haber salido, vinieron los siervos y miraron, y he aquí, las puertas de la sala de la terraza tenían pasado el cerrojo, y dijeron: Sin duda está haciendo su necesidad en la sala de verano. Y esperaron hasta sentir inquietud, pues he aquí que él no abría las puertas de la sala de la terraza. Entonces tomaron la llave y las abrieron, y he aquí, su señor caído en el suelo, muerto.

Jueces 3, 12-25