Un estado democrático, además de llevar en su mismo nombre de isonomía la justicia igual para todos, no da prácticamente en ninguno de los vicios y desórdenes de un gobernante único, permite a la suerte la elección de empleos, pide después a los magistrados cuenta y razón de su gobierno; admite, por fin, a todos los ciudadanos en la participación de los negocios públicos.
HERODOTO, Los nueve libros de la Historia, Edaf, Madrid, 1989.