El coltán no es ningún mineral establecido, sino que responde a la contracción de dos minerales bien conocidos: la columbita y la tantalita.
El coltán es fundamental para el desarrollo de nuevas tecnologías (telefonía móvil, ordenadores, videojuegos, industria aeroespacial, armas inteligentes, medicina, etc.), debido a sus singulares propiedades: superconductividad, carácter ultrarrefractario (capacidad de soportar muy altas temperaturas), ser un condensador (almacena y libera carga eléctrica), alta resistencia a la corrosión y a la alteración.
Los principales productores mundiales son Brasil, Australia, Canadá y algunos países africanos (República Popular del Congo, Etiopía y Ruanda).
Su explotación en África ha estado, y está, ligada a conflictos bélicos para conseguir el control de este material, condiciones de explotación en régimen de semiesclavitud, desastres medioambientales con gravísimas repercusiones en la fauna local de especies protegidas (gorilas, elefantes), e incluso a graves problemas de salud asociados con los arcaicos e infrahumanos métodos de explotación.
El coltán es el futuro
—¿A qué viene tanto interés en que aprenda todo lo que se puede saber sobre el coltán?
—A que se trata del futuro. Muy pronto quien no tenga coltán no tendrá nada que hacer en la industria de las telecomunicaciones, lo que es tanto como decir de las armas teledirigidas. Debido a ello hemos llegado a la conclusión de que no se debe permitir que un metal de tanta importancia estratégica continúe en manos de guerrilleros, mercenarios, bandidos y gobiernos donde todo se rige por el amiguismo, la corrupción y el compadreo.
—Conociéndote como te conozco, y conociendo la empresa que diriges, no me cuesta imaginar que habéis decidido que ha llegado el momento de hacerse con el control de su producción.
—De su producción, su distribución y su venta. Como bien sabes, la base de nuestro negocio siempre ha sido el petróleo, pero hoy en día el petróleo está en demasiadas manos y casi cada día localizan nuevos yacimientos en los lugares más insospechados.
Se encontraban sentados en el amplio porche contemplando la interminable llanura tejana a la luz de una luna casi llena, y tras dejar la taza de café a un lado, el dueño del magnífico y gigantesco rancho se sirvió una copa.
—Hemos perdido el control de la producción de petróleo en Venezuela, donde Hugo Chávez hace lo que le da la gana, los iraníes son nuestros peores enemigos, los sauditas ya no se dejan engañar y arañan hasta el último centavo en comisiones, Irak tardará en recuperar su ritmo de extracción, los rusos aseguran que han detectado fabulosas reservas bajo el Polo Norte y hasta los chinos confían en cubrir sus necesidades con el crudo que se encuentra bajo el Mar Amarillo. ¡Demasiados perros y demasiados huesos! Es hora de buscar nuevos horizontes porque resulta evidente que ya nadie conseguirá monopolizar el comercio del petróleo.
—¿Y has llegado a la conclusión de que el coltan constituye un negocio más seguro y rentable?
—¡Desde luego! Un barril de petróleo cuesta setenta dólares y resulta infinitamente más difícil de transportar que un kilo de coltán que ahora se cotiza a cuatro mil dólares pero dentro de unos años llegará a los diez mil. Y como has podido comprobar casi todo se encuentra en el Congo. Quien controle el Congo controlará el mercado. Ése es nuestro objetivo.
Alberto VÁZQUEZ-FIGUEROA, Coltán, Ediciones B, Barcelona, 2008.
La explotación del coltán en el Congo
Un elemento que hasta el momento era relativamente desconocido se convirtió en el centro de las disputas: el tántalo [la tantalita], un metal con un punto de ebullición sumamente alto y una elevada densidad, es ahora una de las materias primas más codiciadas en el mundo entero. Se emplea sobre todo en condensadores electrolíticos, como los de los teléfonos celulares y las computadoras Pentium. También se utiliza, aunque en menor escala, para fabricar armas y equipos médicos.
Aproximadamente una quinta parte de la producción mundial procede del Congo, donde el tántalo se obtiene a partir de un mineral llamado coltán. Al este del país, es decir, en medio de la zona del conflicto, es la materia prima más codiciada y disputada. Militares y rebeldes de todas las facciones combaten para lograr la supremacía en la región de las minas. Las excavaciones las realiza la población civil –incluso muchos niños–, simplemente con las manos y con unas herramientas de lo más rudimentarias; luego el metal desemboca en el mercado mundial a través de dudosos canales; es transportado en aviones Antonov, de fabricación rusa, que a su regreso traen armas para los rebeldes. "Allí radica el círculo vicioso de la guerra", dice el informe de la ONU al analizar el saqueo ilegal de las materias primas. "El coltán le permite al ejército ruandés justificar su permanencia en el Congo. El ejército protege a las empresas y a los individuos que extraen el mineral. Éstos reparten sus ganancias con el ejército, que vuelve a crear las condiciones para que la explotación continúe."
Klaus WERNER, Hans WEISS, El libro negro de las marcas, Sudamericana, Buenos Aires, 2003.