En el I milenio antes de Cristo llegaron a la Península Ibérica pueblos indoeuropeos procedentes de Europa Central (los celtas) y colonos que venían del Mediterráneo Oriental (fenicios y griegos).
Los fenicios procedían de Oriente Próximo, del actual Líbano. Cuando Fenicia fue conquistada por los persas, Cartago, una antigua colonia fenicia situada en el actual Túnez, se hizo cargo de las colonias fenicias en la Península Ibérica.
Fenicios y griegos, que se asentaron en las costas mediterráneas y en el Atlántico andaluz, introdujeron la escritura, el torno del alfarero, la moneda.
Estos pueblos orientales también influyeron en el arte de los pueblos ibéricos, que vivían en el área colonizada. Mientras en Cataluña fue importante la influencia griega, en el resto del área ibérica los fenicios llevaron obras de arte orientales.
En Cástulo, ciudad oretana situada en la provincia de Jaén, una esfinge traída por los fenicios llegaría a convertirse en símbolo de la ciudad, hasta el punto de que aparecía en las monedas de plata que allí se acuñaban. Esta esfinge tiene cuerpo de león, alas de águila, cabeza humana y porta la doble corona de los faraones egipcios.