El rabino Moisés Leib dio una vez su última moneda a un hombre de mala reputación. Sus discípulos se lo reprocharon. A lo que respondió:
-¿Puedo ser más exigente que Dios, que me dio la moneda a mí?
Adolfo BIOY CASARES, De jardines ajenos, Tusquets, Barcelona, 1997.