Los restos más antiguos de olivo se han hallado en las islas Cícladas (Grecia). Su cultivo pudo comenzar en Creta o Canaán, durante el Neolítico.
Los egipcios, al parecer, utilizaban aceite de oliva como bálsamo. Fueron los fenicios los que extendieron su cultivo por todo el Mediterráneo.
En España, sin embargo, se han encontrado huesos de aceituna casi dos mil años antes de la llegada de los fenicios, en El Gardel (Almería), un yacimiento neolítico.
Desde el siglo II a.C., los romanos comenzaron a importar aceite de la Bética. Estrabón decía que el aceite hispano era “de una calidad insuperable”. En Ostia, el puerto de Roma, se encuentra el Testaccio, una colina artificial formada por los restos de millones de ánforas que contenían sobre todo aceite traído de Hispania.
Los árabes difundieron el cultivo del olivo en al-Ándalus; aceite y aceituna proceden de las palabras árabes azzayt y zaytunah.
Los españoles llevaron este cultivo a México en el siglo XVI y a California en el siglo XVIII. En la actualidad, el olivo se cultiva en todas las zonas del mundo de clima mediterráneo: Chile, Australia Occidental, Sudáfrica, etc.
El aceite ha jugado un papel muy importante en la cultura mediterránea. Fue una rama de olivo lo que trajo la paloma a Noé. En la mitología griega, la diosa Atenea recibió el patronazgo de Atenas después de que enseñara a sus habitantes el cultivo del olivo.